Conocí
a Pedro Granados en el 2009. Había publicado yo un librito con 25
poemas breves que, a petición mía, Pedro acompañó con un comentario para
la contratapa. Pero eso fue en el 2008, lo que quiere decir que, luego
de nuestro intercambio virtual, pasó un año para que Pedro se animara a
viajar a Arequipa y presentar su más reciente poemario por esa época, Soledad impura.
En Arequipa fue, entonces, donde conversé con Pedro por primera vez. Yo
le había seguido el rastro, naturalmente, desde tiempo atrás, pero en
cierta forma ya había estado hablando de poesía con él mucho antes de
encontrarnos en Arequipa.
Lo primero que leí de Pedro Granados fue un ensayo: José Watanabe y las trampas de la fe,
probablemente en el 2007. El ensayo, que encontré en Internet, causó
una gran impresión en mí. Aprecié desde el inicio la audacia, el humor,
la agudeza en la observación, la prosa que era algo más que una prosa
correcta o adornada. Esto motivó que sistemáticamente buscara más
ensayos de Pedro. Entre ellos, Los poetas vivos y más vivos del Perú,
donde el autor ensaya una lectura personalísima, sensible y aguda de la
poesía peruana del siglo XX. En esa ocasión hice acopio de todos los
textos ensayísticos de Granados que circulaban en la red y, ya impresos,
los comenté con amigos, con el afán de compartir el descubrimiento de
quien es, sin duda, uno de los dos o tres mejores lectores de poesía en
el Perú.
Ahora
se comprenderán mejor las razones que me animaron a escribirle y
pedirle un comentario para mi primer poemario. La amistad y el
intercambio virtual afianzaron mi percepción de Pedro, quien por ese
tiempo comenzó a llevar un blog donde iría colgando las cosas que ya
circulaban en la red y las que iban saliendo de su mano. En su blog
encontré reseñas, nuevos ensayos, selección de poemas, comentarios de
todo tipo que han sido y son, en buena cuenta, los que impulsaron y
afirmaron algunas ideas que, sobre poesía, he venido cultivando. Lo que
supone que el libro que hoy presentamos tiene un lugar especial no solo
en la bibliografía de Pedro, sino en mi búsqueda personal. Serían, por
lo tanto, cinco o más años de escritura que, difundiéndose en su mayoría
de manera virtual, se reúnen en Autismo comprometido: sobre poesía peruana reciente.
Tal como Pedro apunta en el prólogo:
…este
libro es una selección de lo que hemos ido publicando sobre poesía
peruana en estos últimos años; y, quizá resulta ocioso puntualizarlo,
una auto-reflexión ante el lector de los presupuestos teóricos,
metodológicos y valorativos que hemos ido dejando al paso y compás de
nuestra labor crítica. No son nuestros textos propuestas de cara a la
eternidad (lo peor que nos podría ocurrir sería ganarnos un Nobel por
ello); sino que llevan en sí mismos, como hemos leído en algún otro
lugar: “el perfume de lo precario y el temblor de lo pasajero”.
Casuales, por lo tanto, como sinónimo de efímeros y, sobre todo
quisiéramos sea también así, como equivalente a vivos. (p. 10)
La
crítica de Pedro se sostiene, tal vez, en una actitud de sospecha
permanente. Sus ensayos son, de diferentes maneras, un intento por poner
en cuestión lo dado. Hay, diríamos, una vocación que lo mueve a poner
en duda la autoridad de las opiniones más o menos comunes, de las ideas
ya de antemano envasadas para su consumo. Sus ensayos no solo ponen en
juego el texto que tienen en frente, sino que, inevitablemente, ponen en
movimiento una comprensión particular sobre la poesía. La lectura de
Pedro no se reduce a la exégesis académica, ni intenta complacer al
estudiante de literatura con una argumentación en apariencia neutral y
rigurosa. Y creo que aquí es donde uno distingue el peculiar aporte de
Pedro a la poesía: el haber fraguado, con el paso de los años, una
singular visión de ella, una comprensión que no excluye para nada una
comprensión de la vida, sino que, por el contrario, la supone y la
integra. No son textos “literarios” los que produce Pedro, si con el
adjetivo designáramos cierta especialización algo anticuada o
escolástica. Sus textos pretenden, creo yo, proponer un gesto que
desafíe el lugar común, pero no por romántico o gratuitamente
iconoclasta, sino, esencialmente, para defender la autonomía de criterio
y la libertad de la imaginación y, también, en otro nivel, como una
defensa lúcida del sentido del humor.
Esto,
claro, le da un importante giro de apertura al autismo del libro. No es
el suyo un ensimismamiento que obstruyera el diálogo. Pedro sabe que
los textos existen para ponernos a hablar de ellos, no para figurar en
agendas de cara a la eternidad. Pero hablar o promover el diálogo que de
verdad interesa, solo es posible si ganamos un poco de libertad para
nosotros. Así, estos ensayos no le temen al encuentro con la diferencia o el desacuerdo, más bien, parecen provocarla, o aspiran de manera decidida a ello.
Estas
son, pues, algunas ideas que se me vienen a la mente luego de repasar
los ensayos recogidos en este libro. Es un libro por el que siento una
particular gratitud; escrito, quizá, para demostrar que todavía es
posible leer con placer y pensar con emoción.
Carlos Quenaya (Arequipa, 1984). Poeta, filósofo y docente universitario peruano.
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